Fonte: El Observador (www.elobservador.com.uy)

Por Fernanda Muslera – 04.08.2012

Frente a la escasez de opciones inversión y financiación, el Fondo de Desarrollo es una poderosa herramienta para este tipo de emprendimientos.

De entre los temas que apasionan al presidente José Mujica, la autogestión obrera es uno de los principales, y las empresas recuperadas representan, en este sentido, uno de los máximos baluartes de la “economía social” que el Ejecutivo propugna. La autogestió permitiría evitar “la explotación del hombre por el hombre” ya que “el capitalismo es dúctil y utiliza contra vos la manteca que le das”, dijo Mujica el 26 de julio en el Plenario Nacional de Emprendimientos Autogestionados por Trabajadores, organizado por el PIT-CNT.

Con la mira en este objetivo el gobierno aprobó en setiembre el Fondo para el Desarrollo (Fondes) –“algo que salió porque este viejo porfiado ganó las elecciones”, dijo el presidente- financiado con el 30% de las utilidades del Banco República, lo que equivale a US$ 40 millones para este año y unos US$ 70 millones para 2013. Tiene como objetivo dar asistencia y soporte financiero a emprendimientos cooperativos, entre ellos el de varias empresas recuperadas.

De acuerdo al Director Nacional de Industrias, Sebastián Torres, un préstamo de US$ 3.5 millones ya fue aprobado para la fábrica de neumáticos y guantes de goma Funsa, a las que se sumarían Envidrio, con un préstamo por U$S 5.5 millones, y el emprendimiento de los trabajadores de la exfábrica de cerámicas Metzen y Sena, que recibiría US$ 10 millones, dijo a Búsqueda el presidente de la Junta de Dirección del Fondes, Pedro Buonomo.

Mitos y realidades

Envidrio, la única que produce envases de este material en el país, es una de las joyas de la corona de las empresas recuperadas, ya que factura US$ 10 millones anuales y exporta a Argentina y Paraguay, lo que le valió ser calificada por Lucía Topolansky como “multinacional obrera”. No obstante, el préstamo que recibirán los extrabajadores de Cristalerías del Uruguay, será la cuarta inyección de capital que reciban, tras los US$ 4 millones que le donó Venezuela en 2005 y los préstamos del Banco República (BROU) y del Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela (Bandes).

Funsa y Metzen y Sena se encuentran, sin embargo, en una situación muy diferente, pese a que su suerte va a cambiar pronto. Funsa, que antiguamente empleabana 220 asalariados hoy subsiste a la espera del crédito con poco más de 30 trabajadores, con la fabricación de neumáticos parada y solo la producción de guantes funcionando. Metzen, ubicada en la localidad de Empalme Olmos, en Canelones, se encuentran en el paro desde el año 2009. Mientras tanto, la gran mayoría de estos emprendimientos -que de acuerdo a datos de la Asociación Nacional de Empresas Recuperadas (ANERT) son unas 15 y emplean a poco más de 1.000 trabajadores- tanto las más desarrolladas, como las más pequeñas o incluso las que están en vías de constituirse como tales, se encuentran a la espera de la respuesta del Fondes. La pregunta a esta situación es cuán viable resulta esta “economía social” y cuál es su valor económico y comunitario.

De acuerdo al economista Andrés Dean, especializado en el estudio de cooperativas, existen dos mitos respecto a los emprendimientos autogestionados (las empresas recuperadas suelen organizarse como cooperativas en Uruguay, aunque también hay algunas que se establecen como Sociedades Anónimas). Uno es que estas compañías pueden llegar a tener mayores problemas para sobrevivir en el mercado que las empresas capitalistas, y otro es que tienen un tamaño reducido en comparación a estas.

Sin embargo, según los estudios llevados a cabo por Andrés Dean y un equipo del Instituto de Economía de la Universidad de la República (Udelar) ninguna de las dos apreciaciones son correctas, al menos en lo que a la realidad uruguaya se refiere. De acuerdo a Dean, las cooperativas tienen iguales o mayores posibilidades de sobrevivir que las firmas privadas. A su vez, al contrario de lo que podría parecer, indicó el economista, más del 80% de las empresas capitalistas en Uruguay son pequeñas, con un tamaño promedio de 10 trabajadores, mientras que en las cooperativas el número gira en torno a los 20 asalariados.

Por otra parte, señaló el economista, la motivación de los cooperativistas de ser dueños de su propio trabajo redunda en una mayor producción y compromiso, lo que implica un ahorro de recursos importante en tareas de supervisión, un trabajo que “en las empresas capitalistas, lo realizan el 20% de los empleados”, sostuvo.

Sin embargo, los emprendimientos autogestionados se enfrentan a algunos problemas específicos, entre ellos la dificultad de acceder a un sistema financiero que no está acostumbrado a tratar con este tipo de proyectos. “En el caso de las empresas recuperadas lo que sucede es que ya parten con una deuda muy importante y por el tipo de empresa y la riqueza de un trabajador uruguayo promedio es imposible que se puedan financiar con fondos propios”, indicó Dean.

No obstante, para Washington Burghi, presidente de la Cámara de Comercio del Uruguay (CIU), “si hay dinero del Fondes todas las empresas (ya sean privadas o autogestionadas) deberían tener igualdad de condiciones”. Las utilidades del BROU también son codiciadas por otros sectores. El diputado nacionalista Álvaro Delgado propone utilizar el 10% de Fondes para redireccionar importaciones de empresas argentino-dependientes trabadas por el país vecino y absorber las pérdidas de productos que no se vendieron.

Sin embargo, según sostuvo el Ministro de Trabajo y Seguridad Social, Eduardo Brenta, el caso de las empresas autogestionadas es particular ya que “durante décadas no existieron políticas públicas dirigidas a promover estos sectores, mientras sí las hubo para promover a las empresas de la economía tradicional”. En este sentido, el gobierno va en camino a revertir esta tendencia con la creación del Instituto Nacional del Cooperativismo (Inacoop) en 2008, que da financiación y asistencia a pequeñas cooperativas, pero especialmente con el Fondes, que significa un gran salto por el tipo de financiación y apoyo que supone (ver recuadro para más información).

No obstante, para el historiador económico Juan Pablo Martí, es importante no poner todas las expectativas en el Fondes. “El movimiento cooperativo uruguayo se ha desarrollado a lo largo de la historia incluso a pesar de la acción estatal, es muy importante que el Estado apoye, pero las cooperativas no tienen que esperar su tabla de salvación en el Fondes, sino que es en el propio movimiento cooperativo donde tienen que buscar la respuesta”, indicó (ver entrevista en página 5).

Modernización

La necesidad de acceso a la financiación, especialmente tasas de interés más convenientes como la del Fondes, devienen mayormente de la necesidad de renovación tecnológica, lo que se vincula con una de las desventajas que suelen tener las cooperativas, explicó Dean, que es la menor propensión a la inversión no solo por la disponibilidad de recursos, sino porque la propiedad colectiva puede hacerlos menos propensos a ello y por la avanzada edad de la mayoría de los trabajadores de las empresas recuperadas. De acuerdo a un censo realizado la Unidad de Apoyo de Empresas Recuperadas del Ministerio de Trabajo realizado en 2009, el 52% de los trabajadores de estos emprendimientos tiene entre 40 y 60 años y solo el 2% completó el nivel terciario, factores que implican una dificultosa reinserción laboral en otros ámbitos.

La necesidad de renovación tecnológica se ve en varias de las empresas recuperadas relevadas, teniendo en cuenta sobre todo que suelen trabajar en rubros en el que son pequeños competidores en un estanque de grandes tiburones multinacionales, como es el caso de los neumáticos y los refrescos, por ejemplo. En Funsa, por más que el préstamo del Fondes sirva para reabrir la planta, su presidente, Enrique Romero, reconoció que en un mediano plazo necesitarán renovar la maquinaria. Profuncoop, cooperativa que realiza luminarias con el método de fundición en tierra para la Intendencia de Montevideo (IMM) y da empleo a 16 personas, necesita de una financiación si quieren saltar su techo productivo, ya que con la tecnología con la que disponen no les permite producir más y expandirse a los otros departamentos, donde hay mercado para su producto. Por su parte, la empresa de refrescos de Salto Cofuesa necesita como máximo en un año cambiar la maquinaria para seguir siendo competitivos. La curtiembre Uruven, cuya fábrica comprada en 2010 con el apoyo de Venezuela se encuentra parada hasta disponer del dinero para pagar la planta de tratamiento de afluentes necesaria para poder funcionar.

Incluso Urutransfor, que fabrica transformadores eléctricos para UTE y es una de las empresas recuperadas que mejor funciona, y factura unos US$ 8 millones anuales y da empleo a 94 personas, reconoce encontrarse en una situación de riesgo por la competencia que viene del exterior, mayormente de China e India, con precios muy inferiores. Pese al Fondes, los apoyos del gobierno a las empresas recuperadas no se extienden a todos sus flancos. Así lo señaló Álvaro Luzardo, director de Urutransform: “Hay empresas que participan en licitaciones con presos predatorios y el país no les pone ninguna traba. Si perdeos cuatro o cinco licitaciones seguidas se terminó el proyecto”.

Otro talón de Aquiles de las empresas recuperadas suele ser el referente a la gestión, como así lo reconocen varios de los emprendimientos consultados. Esto tiene que ver con que en la gran mayoría de las empresas recuperadas, los trabajadores que se sumaron al proyecto suelen ser aquellos que trabajaban en la producción y no el personal organizacional. S Según el citado censo, el 73% de las personas está clasificada como obrero especializado, mientras que solo un 5% se desempeñaban como técnicos y jefes, 4% administrativos y un 2% son gerentes.

Carlos Reyes, presidente de la ANERT y director de una de los empresas recuperadas más exitosas, el Molino de Santa Rosa de Canelones (que logró amortizar la deuda dejada por la administración privada y actualmente tienen la mejor productividad de los últimos 30 años) resalta la necesidad de que las empresas capaciten a sus trabajadores en la importancia de la gestión.

“Tenemos que tonar decisiones por una empresa que factura US$ 8 millones por año cuando nosotros ganamos US$ 1.000 por mes. Es muy difícil de entender al principio”, explicó. Otro de los reclamos de las empresas recuperadas es que haya un mecanismo que facilite el acceso a las compras públicas y que la autogestión comience a tener más peso en la agenda educativa.

Función social

Pero más allá de la productividad, el apoyo del gobierno a las empresas recuperadas implica una forma de incentivar una economía igualitaria, alejada del mero ánimo de lucro del capitalismo y que busca impactar de forma positiva en los individuos y su comunidad. Se trata de emprendimientos hechos “a pulmón” cuyos trabajadores han aguantado cobrando salarios mínimos con tal de mantener el proyecto, haciéndose cargo de deudas de sus excontratadores, o luchando por años para la concresión del proyecto, como es el caso de Cooperativa Industrial Maragata (Coopima), que se encuentra a la espera del préstamo del Fondes y lleva intentando reabrir desde el año 2000, cuando cerró Polímeros Uruguayos, con la ilusión de volver a producir fibra de poliéster.

La motivación de los cooperativistas implica una concepción más integral e igualitaria de lo laboral.

Así lo establece Carlos Aulet, directivo de Profuncoop: “Nuestro objetivo no solo es producir luminarias y generar puestos de trabajo sino que tenemos una función social, todo lo que la sociedad nos ha dado tratamos de devolverlo”.

Esto lo expresan ya sea apoyando a otras cooperativas, vinculándose con el sistema educativo, reciclando chatarra de metal para hacer la luminarias o utilizando biodiesel para la producción, como también comiendo todos juntos y realizando jornadas de integración con las familias de los trabajadores.

Osiris Fernández, presidente de Cofuesa, decidió quedarse en el país cuando la ex fábrica de refrescos Urreta cerró, creyendo en la recuperación de la empresa, aun cuando la mayor parte de su familia se marchó a EEUU.

“Para nosotros es muy valioso ganarnos la vida con lo que sabemos hacer. De acá a dos años un 20% de los cooperativistas van a llegar a los 60 años y va a haber una generación nueva que tendrá que hacerse cargo de este emprendimiento. Que orgullo para nosotros que poder dejar una industria completa”, señaló.