Por Magdalena León*
Nos reúnen aquí en Montreal, en estos días de octubre, certezas y desafíos. La certeza de que la economía social y solidaria es la alternativa no sólo de economía, sino de vida para el planeta, cuando el capitalismo hegemónico se empeña en agotarlo todo en sus afanes por seguir ganando y acumulando, incluso de su propia crisis, convertida en oportunidad para más negocios especulativos.
La certeza de que esta otra economía viene de un largo recorrido, tiene profundas raíces en todas partes del mundo, viene de una historia colectiva en la cual las mujeres hemos sido el corazón, creando, preservando, sosteniendo una economía para la vida: ese flujo, tantas veces invisibilizado, de trabajos, relaciones, bienes y servicios, iniciativas y cuidados para la atención de necesidades humanas (materiales e inmateriales) y para la protección de la naturaleza de la cual, al fin lo estamos reconociendo, somos parte. Las mujeres hemos puesto la pauta hacia lo que aparece ahora con claridad como el objetivo de esta otra economía que buscamos: la reproducción ampliada de la vida.
La certeza y la evidencia de que la multiplicidad de experiencias y trabajos que se articulan en la economía social y solidaria constituyen la base del sustento alimentario y de necesidades básicas en casi todo el mundo, a pesar de que se desenvuelven en condiciones adversas, con limitado reconocimiento o apoyo, en un marco de políticas hechas a la medida de los intereses del ‘gran mercado’, que castigan lógicas no coincidentes.
De la mano de estas certezas vienen desafíos, ante los cuales el rico programa de este FIESS sin duda ofrece aportes y pistas sustantivos.
El desafío de recuperar los nombres e inventar los que sean necesarios para reflejar la diversidad de protagonistas y de formas en que se organiza y funciona la economía social y solidaria. Todo lo que contienen palabras como artesanía, asociación, cooperativa, comuna, comercio justo, consumo responsable, campesinos, pescadores, etc. etc., no puede ser traducido con el sólo término de empresa o emprendimiento. La diversidad es la verdadera riqueza –como nos muestra la extraordinaria ciudad de Montreal-, la diversidad está en la base de la complementariedad y la reciprocidad, igualmente importantes.
El desafío de superar las desigualdades y discriminaciones hacia las mujeres, de encarar las estructuras, relaciones y prácticas machistas y patriarcales que permanecen o se reinventan en esta otra economía, que debería estar basada en la igualdad plena, en la solidaridad y reciprocidad en todos los planos de la vida.
El desafío de lograr sostenibilidad, amplitud, alcance político máximo en nuestras organizaciones y redes, en el tejido social que es, en última instancia, la garantía de esta transformación civilizatoria que buscamos.
El desafío de construir, conjuntamente con gobiernos de cambio o haciendo incidencia con instancias aliadas, la nueva política económica y la política pública capaces no sólo de fortalecer el sector o las experiencias de economía social y solidaria, sino de adoptar esa lógica para el propio funcionamiento del sector público (hoy tan contaminado por la cultura e intereses empresariales capitalistas) y asegurar una transición de modelo, la transformación hacia un sistema diferente, como nos hemos planteado ya en Ecuador, donde desde 2008 la Constitución marca el sistema económico social y solidario como el horizonte a donde debemos llegar para asegurar el Buen Vivir.
El desafío de enlazar en esta agenda de cambios las resistencias y alternativas que vienen de la dinámica social y de iniciativas gubernamentales, que convergen en la disputa de poder, en la búsqueda de soberanía. Mujeres de distintos lugares del mundo, reunidas aquí esta tarde, coincidían en una certeza marca por comunes experiencias: no queremos microcréditos caros y condicionados, preferimos movilizar nuestros recursos propios, los públicos y los de cooperación en una lógica de finanzas solidarias. Con igual sentido los gobiernos que impulsan la UNASUR han planteado: no queremos los créditos y condiciones el FMI, preferimos movilizar nuestros propios recursos creando instituciones propias como el Banco del Sur y el Fondo del sur.
Gracias por esta oportunidad para conocernos y reconocernos, para sorprendernos con la extensión y variedad de experiencias de economía social y solidaria aquí en la sede, y comprobar que esta vocación y esta búsqueda también están en el Norte, que nuestros esfuerzos se encuentran, dialogan, se complementan en la tarea ya inaplazable de pasar de la reproducción ampliada del capital a la reproducción ampliada de la vida.
*Ecuador, FEDAEPS / REMTE