Fonte: Heloísa Primavera (heloisa@alliance21.org)

Desde Dentro, Revista do MINEP, Venezuela

Heloísa Primavera, professora e investigadora da Universidade de Buenos Aires, nos conta que iniciou como profissional no mundo da biologia, mas, descubriu que seu camino era o das ciências sociais. Esta pujante brasileira tem impulsado a economía solidária, a moeda social e tem sido promotora das redes de troca. Hoje assinalada: “necessitamos combatentes revolucionários, já não alcançam os militantes da causa popular!”

Leia a entrevista de Heloísa, em espanhol, na continuidade desta notícia.

Háblenos un poco de su experiencia particular: ¿Qué la aproxima a la Economía Solidaria?

Llego a la economía solidaria por dos caminos: uno histórico y otro profesional. El “histórico” es el de mi historia personal, vengo de una familia integrada por un padre médico, acostumbrado a recibir el pago por sus servicios de la forma que le ofrecieran, y por una madre perteneciente a una gran familia que trabajó en un circo y que finalmente se estableció en Sao Paulo, viviendo durante varias décadas en un barrio popular. De ambos lados había una concepción muy particular del dinero, así que, cuando conocí el “trueque” organizado en redes en Argentina, me pareció lo más normal y familiar.

Para hablar del camino profesional, debo decir que cursé la carrera de Biología, sin embargo, los sucesos de los años 60 y 70 en Argentina me llevaron a una militancia política que me hizo cambiar de rumbo, por lo cual empecé por hacer un posgrado en Ciencias Sociales, que me permitió comprender su historia y el presente que se nos escapaba de las manos. Luego, ocupé el cargo de Directora de la Carrera de Trabajo Social y de esa época recuerdo las enormes dificultades para articular políticas públicas y organizaciones populares, en el marco de las politicas sociales focalizadas y asistencialistas propias del ajuste estructural. Era demasiado claro el duelo entre política y economía; por ello, en 1996, cuando a penas empezaban a desarrollarse los clubes y redes de trueque, ya tenía la convicción de que no era suficiente organizar a las comunidades, sino que se hacia impostergable incidir en el proceso económico desde la raíz, en simultaneidad con la organización para la participación y la formación política.

Llevo diez años trabajando en esa área que parece haberme atrapado para siempre, el camino histórico y el profesional se fusionaron y hoy es claramente militante, por no decir combatiente, que me parece una palabra que expresa mejor la urgencia que tenemos de intervenir en los procesos de cambio de nuestras sociedades.

¿Cómo surge la Economía Solidaria? ¿Cómo podríamos definirla?

La economía solidaria existe mucho antes de que la nombraran como tal. Durante las dictaduras de los años 60 y 70, en Brasil, Chile, Argentina, Perú, Uruguay, los sectores populares no se cruzaron los brazos esperando que la explotación se incrementara, sino todo lo contrario, se organizaron muy creativamente para sobrevivir y crearon múltiples formas de una economía que contradice la lógica de la economía dominante.

Como bien lo define Luis Razeto, le es común un factor “c” de compañerismo, cooperación, comunidad, colaboración, comunión, coordinación, entre otras características. En la actualidad, la economía solidaria se ha desarrollado en todo el mundo, conformando un cuerpo teórico considerable y por ello puede ser definida de muchas formas. La definición que nos parece simple y adecuada es la que habla de su fin y de su forma, de su producto y su proceso: economía solidaria es la economía que se propone la distribución equitativa de la riqueza existente y producida en el planeta, a la vez que asegura que las tres etapas del proceso productivo – producción, comercialización y consumo – estén en manos de los trabajadores, en el contexto de un modelo de desarrollo democrático en todas sus instancias y en armonía con la naturaleza.

No se trata de un solo tipo de actividad económica, sino que abarca diferentes formas de producción, como lo son las cooperativas de autogestión, las pequeñas unidades de producción donde no hay explotación de otros trabajadores, además de distintas estrategias asociadas de construcción como son las finanzas solidarias (microcrédito, fondos rotativos, monedas sociales, circulante local) y el presupuesto público participativo gestionado colectivamente por la población organizada y los gobiernos locales. En otras palabras, se trata de una actividad muy variada, con muchas formas distintas, que frecuentemente se desconocen como partes del todo.

Para usted, ¿Cuáles son las experiencias más emblemáticas de economía solidaria en América Latina?

Si hablamos de América Latina, creo que es válido reconocer que los países donde la economía solidaria se encuentra más estructurada y desarrollada son Perú y Colombia, con un alto protagonismo de las organizaciones populares, y Brasil y Venezuela que cuentan con el apoyo de la gestión pública.

En Brasil, la SENAES (Secretaria Nacional de la Economía Solidaria) del Ministerio del trabajo y empleo ha hecho un enorme esfuerzo en los últimos tres años, con resultados muy prometedores, el Foro Brasileño de Economía Solidaria es un ejemplo de integración de distintos actores sociales en la construcción de la política pública; asimismo, y aunque no suele ser considerada como iniciativa de economía solidaria, la experiencia del Presupuesto Participativo de la ciudad de Porto Alegre forma parte del nuevo modelo. También, el caso venezolano es muy significativo, puesto que la creación del Minep permitió que el proceso de distribución de la riqueza y el empoderamiento político de los sectores mas postergados de la sociedad se hiciera en un plazo récord en la historia de la región. No podemos dejar de asombrarnos con la hazaña de la Misión Vuelvan Caras que tuvimos la oportunidad de conocer muy de cerca en nuestros dos viajes a Venezuela.

Curiosamente, los mayores obstáculos para desarrollar esa economía están en nuestra cabeza, son nuestra tendencia a hacer las cosas como sabemos, es decir mal, hasta involuntariamente, buscamos la ventaja individual en vez del bien común.

¿Qué nos puede decir en torno a las ferias o clubes de trueque en la economía solidaria?

Me gustaría recalcar que las distintas formas de economía solidaria aun no se conocen lo suficiente entre sí para aprovechar los beneficios de unas y otras. Muchas iniciativas ni saben que los clubes o ferias de trueque forman parte de la familia, por eso, cuando conocí los grupos de trueque en Argentina, desde el primer momento sospeché que en ellos había “algo más” que un simple paliativo del desempleo; que no se trataba de copiar una estrategia de las empresas capitalistas (“barter”) en pequeña escala, reemplazando la moneda oficial por otra antioficial, sino que allí había una tremenda herramienta política, aún cuando no tenía teoría para explicarlo.

En 1998 escribí para un congreso en Finlandia un artículo que se llamó “Unicornios: entre la utopía y la responsabilidad social”, donde planteaba que para rescatar la utopía (de la distribución de la riqueza) había que “inventar” lo que fuera necesario, así fuera un Unicornio. ¿Por qué no una moneda social? A partir del empoderamiento y autogestión de los grupos y comunidades capaz de invertir la lógica del sistema, así fue como en pocos años, en Argentina esa iniciativa llegó a tener más de 6 millones de adherentes y a producir intercambios por más de 5 mil millones de dólares anuales. Lamentablemente, la dependencia internacional que provocó el quiebre institucional del país en diciembre de 2001 destruyó la posibilidad de consolidación que las redes de trueque hubiesen podido tener.

Está más que claro que esa idea fue y sigue siendo demasiado revolucionaria para los oídos de quiénes creen que las cosas son como son: eternas. Hacen falta visionarios, que estén abiertos a escuchar lo nuevo, a desafiar el orden establecido y a apostar en el cambio radical. En Noviembre de 2005 tuve la suerte de ver al Presidente Chávez mostrarles a miles de presentes (y quizás millones de observadores de la grabación) la moneda social del Banco Palmas, de Brasil, en cuya implantación tuve el honor de trabajar, y escucharlo decir “ESTO LO VAMOS A HACER ACA”; y no pasó más de un mes para que la idea se plasmara a través de programas del Minep que hoy esta en manos de una mujer…

¿Qué es la moneda social? ¿Cómo se obtiene la moneda social?

Denominamos moneda social a un “bono” creado, emitido y controlado por sus mismos usuarios, que lo utilizan en un circuito cerrado, de forma que éste reemplace al dinero oficial existente, que podrá entonces ser utilizado para otras finalidades. Por ejemplo, si una familia tiene como ingreso unos 400.000 Bolívares y requiere para vivir dignamente unos 100.000 más, es muy posible que éstos puedan ser obtenidos con moneda social si la comunidad se organiza.

La comunidad organizada produce su bono (“moneda social”) y lo utiliza al interior de la comunidad a la que aporta sus productos y servicios por ese valor. Así lo hemos mostrado con el Txai, producido en colaboración con el Minep para el último FSM, emprendedores de la economía popular, en particular de la Misión Vuelvan Caras, aunque no exclusivamente, pudieron experimentar con esa moneda social. Asimismo, por iniciativa del Minep durante los días 2 y 3 de Febrero, hemos conducido un Seminario sobre Moneda Social, democracia participativa y poder popular, para los distintos organismos adscriptos (Fondemi, Cajas Rurales, Banco de la Mujer, Banco del Pueblo Soberano); durante ese evento fue creada la moneda social que se denominó “chavito”, con ella, los integrantes del Seminario aprendieron a producir y utilizar una moneda transitoria que ayuda a desenmascarar el rol del dios dinero en la creación del dios Mercado.

¿Cuál es la diferencia entre la moneda social y el dinero?

La principal diferencia ente la moneda oficial y la moneda social es que la primera es, precisamente, anti-social, contribuye a concentrar dinero donde ya hay dinero, a través el circuito financiero especulativo. El dinero sale de la producción y va a donde produce más dinero. Ese fenómeno “seca” al mercado, produce desempleo y más pobreza en un circulo vicioso imposible de romper.

Si observamos la historia mundial de los últimos treinta años. El dinero pertenece a un circuito único que es el de la escasez de dinero; los bancos crean el dinero que prestan, pero no crean el equivalente a los intereses, por lo cual los que prestan deben salir a “retirar” ese excedente para devolver sus préstamos; como los préstamos son necesarios para la creación de empresas, cada vez hay más disputa por los escasos dineros oficiales, es decir, cada vez hay menos dinero en circulación, o, dicho de otro modo, el dinero es cada vez más caro. Por ello, las empresas capitalistas aprendieron a operar sin dinero, haciendo grandes círculos de “barter”, que no es más que el intercambio compensado entre muchas empresas, sin utilizar dinero y por lo tanto sin pagar impuestos; recién estamos aplicando un método similar, pero a los efectos de distribuir la riqueza entre los que no la tienen. En otras palabras, la moneda social es la moneda destinada a crear abundancia y puede ser producida en la cantidad suficiente para que una comunidad pueda producir lo que necesita.

Cuéntenos sus impresiones sobre la Feria de Economía Popular, Social y Solidaria realizada en el VI FSM realizado en la ciudad de Caracas.

El Foro en general y la Feria en particular fueron una tremenda experiencia de aprendizaje para venezolanos y extranjeros: el contacto con la realidad de la Revolución Bolivariana provocó asombro y resucitó un optimismo que muchos tenían perdido. El contacto con la cantidad y variedad de extranjeros que invadió Caracas durante esa semana sacó a los venezolanos de su encierro nacional y les mostró en vivo y en directo esa fuerza insurgente de organizaciones sociales que se organizan mostrando que otro mundo es posible.

Finalmente, ¿Cuál sería su balance sobre la situación latinoamericana y más específicamente sobre la situación venezolana?

No quiero hablar desde mi persona sino desde muchos compañeros y compañeras de una enorme cantidad y amplia variedad de organizaciones y movimientos sociales con quienes hemos compartido esas reflexiones: América Latina vive un momento inédito, nunca estuvo tan clara y urgente la necesidad, ni tan cerca la posibilidad de construir la Patria Grande Bolivariana. El destino de Venezuela es el destino de América Latina y el Caribe. El destino de cada uno de los países de la región es también el destino de Venezuela.

Así es como estamos dispuestos a luchar, en todos los frentes, para mostrar que la economía solidaria no es una forma de hacer economía para los pobres, sino un modelo alternativo de desarrollo incluyente, capaz de integrar a los actores sociales de cada país y a todos los países de la región con la misma lógica, la lógica de la abundancia sustentable, de la armonía con la naturaleza, de la riqueza para el bien vivir de todos, la lógica de la Pachamama! No nos jugamos por menos!