Fuentes: ladyverd.com; infoagro.com e http://www.economiasolidaria.org
El Centro Británico para la Estrategia Agrícola acaba de publicar el informe “Inglaterra y Gales se convierten a la agricultura ecológica: ¿cuánta comida podríamos producir?” (England and Wales under organic agriculture: how much food could be produced?)
El estudio fue llevado a cabo por la Universidad de Reading (Reino Unido) y realizado por encargo de la Soil Association, organización para la promoción de la agricultura ecológica y principal certificadora del país. El estudio, que pretendía investigar el posible impacto de una conversión completa a la agricultura ecológica en el suministro interno de alimentos, concluye que dicha conversión podría propiciar una mejora en la dieta, haciéndola más saludable.
Según las opiniones escépticas, la agricultura ecológica nunca podría producir suficientes alimentos para todos los habitantes del planeta. Sin embargo, el informe concluye: “el descenso de la producción podría no ser tan acusado, y el aumento de la mano de obra en el sector agrícola sería superior al que se ha venido teniendo en cuenta”.
Según afirma Peter Melchett, director de estrategia de la Soil Association: “si queremos seguir comiendo enormes cantidades de pollo, cerdo y productos lácteos baratos, así como otros alimentos que se producen en masa, la agricultura ecológica ciertamente no estará a la altura. Pero esta dieta va a tener unas consecuencias tremendas para la salud de la humanidad y va a acarrearnos enormes costes humanos, económicos y medioambientales”.
Entre otras conclusiones, los investigadores de la Universidad de Reading, Philip Jones y Richard Crane, afirman que la producción de pollo, huevos y carne de cerdo se limitaría a aproximadamente un cuarto de los niveles actuales, debido a la abolición de los sistemas de producción intensiva en la agricultura ecológica.
Esto liberaría más grano para el consumo humano, aunque las cosechas de trigo y cebada disminuirían en un 30%. Sería necesario restablecer el antiguo sistema de ganadería y reabrir las antiguas granjas que se han perdido en todo el país para que la producción de lácteos no disminuyera en un 30-40%. Debido a que las granjas ecológicas cuentan con más ganado que las convencionales, Jones y Crane predicen que una agricultura totalmente ecológica aumentaría la producción de carne vacuna y bovina en un 68 y 55% respectivamente.
Otros beneficios serían la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y de la contaminación del agua, una disminución del uso intensivo de energía y fertilizantes, más naturaleza y un aumento masivo del empleo rural, con la creación de un 73% más de puestos de trabajos en el campo.
Melchett afirma sin embargo que la agricultura ecológica no cuenta con todas las respuestas al cambio climático y a las enfermedades derivadas de nuestra dieta, y afirma que aún queda mucho trabajo por hacer para mejorar los sistemas agrícolas. “El informe muestra el impacto positivo que la agricultura ecológica podría tener. Esta nueva luz que se arroja sobre el tema debería ayudar a los políticos a desarrollar o a corregir las políticas de apoyo a la agricultura ecológica de hoy en día”.
El informe, que pretende ser una “previsión con fundamento”, se basa en datos reales tomados de 176 granjas en todo el territorio de Inglaterra y Gales, clasificadas como ecológicas en función de si su superficie de cultivo cuenta con un mínimo de 70% de cultivo ecológico o en conversión.
También en España, varios expertos en política y medioambiente reflexionan sobre si la agricultura ecológica puede llegar ser una alternativa a otros modelos de producción y ofrecer una solución al problema del hambre, que afecta prácticamente a mil millones de personas en el mundo.
Algunos expertos como la Ministra de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, Elena Espinosa, aseguran que no es sólo la agricultura la que tiene que hacerse ecológica, si no también la humanidad. “Ésta debe buscar en la ecología y en la ciencia de las interrelaciones entre poblaciones, las soluciones para una economía desbocada”, añade.
Según los datos aportados por José A. Hernández, del Departamento de Campañas y Estudios de Intermón Oxfam, el 95% de los agricultores vive en países en desarrollo y tres de cada cuatro personas pobres viven en el campo. Por esta razón, la doctora en biología Juana Labrador, asegura que en la actualidad “sólo es sostenible un modelo de desarrollo agrario orientado a mejorar los medios de vida de los pequeños productores”.
La Decana del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónonomos de Centro y Canarias, María Cruz Díaz Álvarez, resalta como aspecto positivo de la agricultura ecológica que “ha planteado la utilización y la recuperación de buenas prácticas agrícolas con una valoración acertada de las mismas” si bien aclara que “en algunas casos estas buenas prácticas son locales y no generalizables para todos los territorios”.
Para el catedrático de Economía Aplicada de la Universitat Ramon Llull en ESADE, Luis de Sebastián, resolver el problema del hambre requiere que la producción sea económica y esté al alcance de todos los bolsillos. Recuerda que “el hambre no es un problema de producción de alimentos, sino de distribución” y añade que “no basta que una producción sea natural y ecológica. También tiene que ser accesible a los pobres”.
Por su parte, Jorge Riechmann, Profesor titular de Filosofía moral de la Universidad de Barcelona, considera que “es perfectamente viable alimentar a la población humana presente y futura mediante una agricultura practicada con criterios agroecológicos”.
Otros expertos, como Francisco García Olmedo, Catedrático de Bioquímica y Biología molecular en la Politécnica de Madrid, son más escépticos. Afirma que “difícilmente se podrá alimentar a una población humana creciente volviendo a un sistema de producción que rinde entre un 20 y un 50% menos que el convencional”.